Hoy, esos líderes de opinión que abogan por la “libertad de prensa” son los mismos que en 2015 protegieron a un gobierno admirador del exdictador Francisco Franco, que terminó por asesinar a Rubén Espinosa.
A principios de 2015 el fotoperiodista Rubén Espinosa había denunciado que su seguridad estaba en riesgo por su trabajo crítico al gobierno del priísta Javier Duarte en Veracruz; en agosto de ese año fue hallado muerto en una colonia de la Ciudad de México junto a los cadáveres de cuatro mujeres.
El periodista gráfico trabajaba para la agencia Cuartoscuro y para el semanario Proceso; se especializó en la cobertura de movimientos sociales y fue acérrimo activista contra las agresiones a la prensa en Veracruz.
Días antes de su asesinato, dijo en una entrevista para el portal Sin Embargo que en junio de 2015 comenzó a ser hostigado por el gobierno de Duarte —político protegido por el entonces presidente Enrique Peña Nieto— y fue perseguido por gente sospechosa, razón por la que decidió ‘autoexiliarse’ en la Ciudad de México.
Rubén Espinosa detalló a aquél medio el modus operandi del gobierno de Duarte para mantener sometidos a los medios de comunicación, así como la vida que debían llevar los reporteros y fotógrafos que no pensaban en recibir dinero a cambio de su silencio.
“La anarquía es tal, que todos la están pasando mal menos la corrupción, en un Veracruz que la muerte escogió para vivir en brazos de un gobierno admirador del exdictador español Francisco Franco”, sentenció.
Rubén Espinosa fue un fotoperiodista incómodo para el gobierno de Duarte. En 2013 fue golpeado por policías estatales durante el violento desalojo de maestros en la Plaza Lerdo, quienes se manifestaban en contra de la mal llamada reforma educativa de Peña Nieto.
En esa ocasión el fotógrafo fue atacado por elementos que lo obligaron a “formatear” la tarjeta de memoria de su cámara para no tener ni una sola imagen del violento suceso; “deja de tomar fotos si no quieres terminar como Regina (Martínez, la periodista asesinada en 2012, también bajo el mandato de Duarte)”.
Rubén Espinosa incluso reveló que la administración del priísta tenía una lista negra de personas molestas, entre ellas, militantes del Partido del Trabajo (PT).
El 31 de julio de 2015, solo 50 días después de haber llegado a la Ciudad de México, víctima del acoso ejercido por el gobierno de Duarte, el fotoperiodista fue asesinado y hallado muerto en un departamento ubicado en la colonia Narvarte, junto con los cadáveres de cuatro mujeres. Rubén Espinosa, la trabajadora doméstica Alejandra Negrete, la modelo Mile Virginia, la activista Nadia Vera y la maquilladora Yesenia Quiroz fueron torturados y presentaron impactos de bala.
Hoy, una élite periodística conformada por una serie de ‘líderes de opinión’ que a diferencia de Rubén Espinosa y otros tantos periodistas, jamás pisan las calles y por el contrario, sirven a los intereses más corruptos y turbios de este país, han decidido salir a la defensa de cabilderos como Carlos Loret de Mola, quien bajo su traje de comunicador ha callado los más brutales atropellos, le ha mentido al pueblo de México y ha sido cómplice de aquellos conservadores que por décadas saquearon nuestro país.
Hoy, esos líderes de opinión vienen a hablar de libertad de expresión y de libertad de prensa, pero, cuando ocurrió el cobarde asesinato de Rubén Espinosa, los medios hegemónicos para los que trabajan difundieron que un supuesto grupo de consumidores de drogas habían sido robados y atacados, ¿y los políticos del PRIAN?: En silencio.
En redes, esos mismos políticos y periodistas con gran influencia que difunden un hashtag para defender a un personaje que hace años pactó con las más altas esferas del poder, son los que en 2015, con su silencio, fueron cómplices del asesinato de Rubén Espinosa.