Democracia e interés público III

Por: Pablo Cervantes Méndez

México está en pie de lucha. Afortunadamente es una lucha de tintes aún pacíficos y civilizados, donde lo más álgido siguen siendo los mensajes de odio entre los partidarios y los detractores del presidente Andrés Manuel López Obrador

En la lucha por la hegemonía que existe entre las distintas fuerzas políticas y que se da en las distintas arenas, el “interés público” será aquel hecho, situación o condición que defina (y defienda) el grupo mayoritario, el que detenta el poder público institucional, con mayor legitimidad y mayores accesos y controles a los medios de comunicación, convencimiento y expresión de las ideas que quiere posicionar y por tanto establecerá, cómo un nuevo sentido común entre una población. 

Ese nuevo sentido común, poco a poco se terminará por aceptar y se defenderá, por parte de dicha población, esa posición histórica en un contexto específico que quedará posicionada en la agenda pública como interés público.

No es entonces de extrañarse que lo que hoy es de “interés público” ayer no lo haya sido y mañana quizá tampoco. La reciente cobertura mediática sobre el debate que en la Cámara de Diputados se dio con respecto a la votación en el pleno de la Propuesta de Reforma Constitucional en Materia Eléctrica impulsada por López Obrador, es un ejemplo de ello. 

De acuerdo con las tendencias de las redes sociales y los comentarios en medios públicos y privados de comunicación, un notable sector de la población estuvo atento (atentísimo) de la evolución de dicha propuesta de reforma, de la votación y también de los argumentos vertidos (fundamentalmente por la oposición) para emitir el voto, a favor o en contra. 

Ese tema de interés público no sería tal si las y los actores políticos (y no sólo de los partidos políticos o gubernamentales sino también los actores políticos que se presentan a sí mismos como comunicadores, analistas, como think tanks, intelectuales, activistas ambientales, empresarios nacionales y extranjero) no se hubieran esmerado en posicionarlo como un tema en el que todas y todos deberíamos estar pendientes. 

Sin embargo, la razón no es de carácter individual, personal o privado que se pueda resumir en si vamos a pagar o no menos por el servicio de la luz. La verdadera razón por la que un tema se convierte de interés público es el respaldo que un tema (relevante o no) puede generar en las distintas posiciones del espectro político y que terminan siendo aterrizadas en (para bien o para mal) partidos políticos que ejercen el poder público a través de las instituciones gubernamentales (en nuestro caso más concreto el Poder Ejecutivo o sea la Presidencia de la República).

El resultado final de esa propuesta de reforma fue para muchos previsible, un asunto de matemáticas simples (¡son matemáticas hijo!) y la propuesta no pasó. Existe sin embargo un interés público subyacente en este proceso y más allá del interés que esto pudo generar en las distintas tribunas de personas que asumen una posición política (de triunfo inevitablemente, porque a casi nadie en la arena política le gusta aceptar una derrota hasta que es la última e irrefutable muestra de realidad: Triunfaron los opositores al echar para abajo y por primera vez una propuesta presidencial. También triunfó el Presidente que como gran político logró su cometido de exhibir a las derechas, sus mezquinas formas y sus burdos argumentos).

Este interés público subyacente es que la gente no habituada a tomar, a asumir y a defender una posición política partidista lo vaya haciendo. En momentos de tensión política como la que vivimos, donde la lucha por la hegemonía (es decir la dirección política consentida y asimilada por la mayoría de la población) se hace cada vez más evidente, la necesidad de poder presumir públicamente qué posición política cuenta con más apoyo. 

Bendito coraje pasarán los adeptos de cualquiera de los dos extremos que no logren sus objetivos más próximos, pues esta propuesta de reforma fue una antesala definitoria para la elección de las seis gubernaturas en disputa en unos cuantos días. Si Morena no gana seis de seis, me parece que habrá perdido en un juego que ellos mismos iniciaron. Si el “Prianperredismo” pierde todas las gubernaturas, será efímero su festejo de haber derrotado al Presidente aquella noche de domingo de abril. Yo por supuesto, creo que así será pero también sé que una golondrina no hace verano, y la lucha por la democracia en este país, sigue de manera permanente hasta que la dignidad se haga costumbre, para todas y para todos.

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