Por: Pablo Cervantes Méndez
Cada vez más personas buscan descifrar los pensamientos y acciones del presidente Andrés Manuel López Obrador con respecto al futuro cercano de la Cuarta Transformación (4T).
La idea de que el Presidente tiene una medición milimétrica de lo que sucede en el tablero de la política nacional es generalista, y aunque pareciera ser así, es importante recordar que en política nada está dicho y siempre la diosa fortuna puede jugar para un lado o para el otro.
En mi opinión, el Presidente cuenta con una gran experiencia que le permite anticipar y responder con rapidez a escenarios adversos, pero en ocasiones, él mismo es sobrepasado por sus propios dichos, lo que genera en algunos casos desconfianza y en otros confusión. Pero además, pone a prueba la lealtad de aliados y simpatizantes.
Claro está que la base fuerte y convencida del bien mayor que significa la 4T estará «en las buenas, las malas y las peores» con Andrés Manuel, pero la creciente polaridad que existe en la opinión pública y que se irá incrementando rumbo al proceso de la sucesión presidencial de 2024 no debe soslayarse, ni hacerse menos.
Por ello, y con miras al proceso sucesorio, se ha hablado de que lo fundamental no radica en la persona sino en el proyecto. Difiero significativamente. La persona y su entendimiento de lo que el proyecto político de la Cuarta Transformación es y debe ser, no puede disociarse de las actitudes, dichos y comportamientos de las personas.
Si bien, muchas y muchos brindaremos la confianza general a quien garantice la continuidad de este proyecto nacional, las dudas radicarán en la trayectoria política, administrativa e incluso en la aceptación popular que tenga la persona que aspire a dicho encargo.
