En las elecciones de este 4 de mayo, el pueblo madrileño tiene la oportunidad de frenar democráticamente el peligro que representa la ultraderecha fascista y construir una transición progresista mediante el voto por los derechos y las libertades.
Este martes 4 de mayo, la Comunidad de Madrid vivirá una de las elecciones más confrontadas de su historia en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. El clima político que se vive actualmente en la región, el cual ha estado marcado por campañas de acoso y amenazas de muerte a líderes izquierdistas, resulta no solo inquietante sino también se ha convertido en un peligro para la democracia.
Bajo este contexto, en un escenario que se ha visto seriamente agravado por la pandemia de COVID-19 y cuya gestión por parte de Isabel Díaz Ayuso (del Partido Popular) ha sido deplorable, la sociedad madrileña deberá decidir entre la democracia o el fascismo.
El panorama político que se vive en la Comunidad de Madrid enfrenta la constante evocación de la dictadura franquista y el discurso xenófobo antimigrante —que remite a Donald Trump en EE.UU. y a Marine Le Pen en Francia—; esto, por parte del partido de ultraderecha Vox.
No está de más mencionar las amenazas de muerte en contra de funcionarios públicos y/o candidatos de izquierda, lo cual es una señal de alerta que los mismos representantes de Vox han minimizado o incluso se han burlado. Desde hace meses, varios líderes izquierdistas han sido objeto de una campaña de acoso por parte de grupos ultraderechistas.
El candidato de la coalición Unidas Podemos (UP), Pablo Iglesias, recibió sobres con balas en su interior y cartas en las que se le amenazaba de muerte a él y a su familia. Esta noticia fue un punto de inflexión que complejizó la escena política rumbo a los comicios y puso en el mapa que realmente el voto podría definir el nuevo rumbo de la historia madrileña, pues al igual que hace casi 100 años —durante la Guerra civil española—, ahora Madrid tiene la oportunidad —o la responsabilidad— de salir a las calles para decirle a los fascistas: «¡No pasarán!»
Cabe recordar también la anulación de los debates a causa del matonismo verbal que dirigió la cabeza de lista de Vox, Rocío Monasterio, en contra de los demás candidatos: Pablo Iglesias, de UP; Ángel Gabilondo, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE); y Mónica García, de Más Madrid, pues esto reafirmó la ruta que ha tomado la campaña electoral, donde pugnan el discurso de odio y la violencia contra los valores democráticos y las libertades.
En este sentido, vale destacar que las estrategias de las que se ha valido Vox para influir en la judicatura atentan contra los principios básicos de la democracia y siguen los pasos de las tácticas ocupadas por el trumpismo norteamericano: maniobras de desinformación electoral, alarmas infundadas y atribución de actos violentos al adversario político han estado presentes en su campaña.
Por mencionar un ejemplo, a principios del mes de abril, el partido de extrema derecha atribuyó los disturbios de su mitin de precampaña —que causaron 35 heridos— a Podemos y, desde ese momento, Vox comenzó a difundir fotos descontextualizadas y mensajes engañosos para atacar mediáticamente a su adversario.
Otro elemento importante es que nada de esto sucedió de la noche a la mañana, sino que la extrema derecha lleva tiempo agrupándose en España y uno de los problemas fundamentales es que el fascismo se ha normalizado mediáticamente. Es decir, la mayoría de los medios españoles se han prestado para hacer eco de los discursos de odio, xenofobia, machismo, etcétera, minimizando su impacto en la audiencia y dándoles un espacio en la mesa de discusión; les han prestado el megáfono para que puedan vociferar su violencia a todo pulmón.
No obstante, en las elecciones de este 4 de mayo, el pueblo madrileño tiene la oportunidad de frenar democráticamente el peligro que representa la ultraderecha fascista y construir una transición progresista mediante el voto por los derechos y las libertades.