Por: Pablo Cervantes Méndez
La defensa de un proyecto soberano, popular, nacional, incluyente y sobre todo democrático ha sido duramente puesta en duda en esta “primavera mexicana”. La derecha política del país va saliendo poco a poco de su cómodo escondite, de su cómoda guarida. La razón: la amenaza real de perder los pocos espacios que le permitirían seguir viviendo sus privilegiadas vidas a costa no solo del erario, sino de los negocios que a partir del tráfico de influencias les ha permitido disfrutar de estándares de vida que rayan en lo excesivo.
La Cuarta Transformación se enfrenta no solo a una derecha, sino a múltiples y en muy distintos ámbitos. Existe una derecha política representada en los partidos políticos con registro, una derecha institucional encarnada en aquellas instituciones y personas servidoras públicas del Estado que se niegan a acabar con sus privilegios, opacidades y acuerdos, que en nombre de la democracia y los derechos humanos cuestan al erario al crear una falsa percepción de defensa de derechos a los que la gran mayoría de la población no puede acceder por ni siquiera tener cubiertos sus derechos fundamentales.
La derecha social también tiene múltiples tentáculos, son no solo los empresarios, grandes empresarios que han perdido privilegios y que buscan a toda costa recuperarlos, son también los sectores de clase media y aspiracionistas que han adoptado un estilo de vida en el consumismo neoliberal que no corresponde ni a su nivel de ingreso ni a su condición de clase social, el desclasamiento les ha ubicado a sí mismos en un campo minado de burbujas, burbujas generadas por una ideología y sus instrumentos de reproducción que encuentran como único motor su odio hacia AMLO, ubicándolo como el objeto de todos sus males y de los del país, pero incapaces de pensar por sí mismas en un proyecto de nación para todas y todos. Es la derecha individualista de “el pobre es pobre porque quiere”.
Esta derecha de la mano de un importante sector de la población que tiene en el clasismo y el racismo, la inintegibilidad y la incapacidad de entender y empatizar sobre la igualdad y la equidad, la no discriminación y el respeto de los derechos humanos, cree que va avanzando en su lucha por recuperar lo que legítimamente les pertenece. Como si fueran a recuperar la colonia perdida, como si fueran a lograr reinstaurar el Imperio derrotado, como si pudieran acaso regresar a esa dictadura perfecta, a esa «dictablanda» neoliberal, a su sueño guajiro del bipartidismo norteamericano.
Juntas la derecha política y la derecha social, descalifican no de ahora sino desde siempre el gobierno que encabeza el Lic. Andrés Manuel López Obrador, presidente de todas y todos los mexicanos (muy a su pesar) pero el nivel de la argumentación en esta primavera mexicana para las derechas hoy ya es nulo.
Por un lado, la derecha política nunca aceptará qué es la pérdida de los privilegios la razón primordial de su odio a López (¿cuántos López habrá en el país? ¿cuántos Loret en total?) por otro lado, la derecha social no alcanza a entender la razón de su odio (anti natural como todos los odios) a la persona de Andrés Manuel. No, no es porque haya incumplido sus promesas de campaña (porque ha cumplido la mayoría) ni porque sea un populista (como los que parecieran añorar de los 70s 80s 90s y dosmiles) ni porque no sepa «administrar» (cuando en términos reales hay mejores indicadores económicos y sociales en perspectiva ) es simplemente porque López, no merece ( en su decir) gobernarlos. Que nos gobierne a los pobres, y no a ellos que a ellos está solo para servirles (total ellos, esa derecha le pagan) así proclaman: “terminas y te vas”.
A veces las derechas hablan de otros tiempos como si la democracia hubiera existido antes, y todas y todos fuéramos ya personas que vivían en condiciones mínimas de dignidad, hasta la llegada de esta autarquía, de esta dictadura. De esta venezolanización del país. Se les olvida a las derechas que 80% de la población vive con menos de 8 mil pesos de ingreso familiar, que está desigualdad económica se empezó a ampliar desde cuando menos 1982. Les gusta inventarse que con Fox, Calderón y Peña Nieto vivían mejor, viajaban más, gastaban más, he ahí uno de los triunfos de la derecha política: Hacerles creer que como minoría la desgracia de la mayoría les conviene más. Pero la derecha social ni de cerca será considerada por la derecha política como iguales. Para ellos, los de la derecha política, la derecha social son los peones necesarios para ser sacrificados en una batalla por sus propios privilegios. Hay de güeros a güeros, de whitexicans a whitexicans.
Por ello, la democracia en estos días se trata de un proyecto donde se derrumben las viejas instituciones, arcaicas, clasistas, para la construcción de unos nuevos cimientos que le garanticen la dignidad al pueblo. A la mayoría, a todas y a todos. Y si para eso hay que vencer una y otra vez a esa derecha, se tendrá que seguir luchando. Hemos ganado mucho, pero aún no hemos ganado nada, hasta que la dignidad sea una costumbre la democracia en estos días no tiene adjetivos, tiene un sustantivo: el pueblo nacional mexicano.