El Informe Integral sobre la Fiscalización del Rescate Bancario 1995–2004, recientemente actualizado, vuelve a poner bajo los reflectores uno de los episodios más oscuros del neoliberalismo mexicano: el Fobaproa, convertido en deuda pública durante el sexenio de Ernesto Zedillo Ponce de León.
Lo que inició como una medida supuestamente temporal para «rescatar» al sistema bancario tras la crisis de 1994, se convirtió en una carga financiera heredada al pueblo mexicano por generaciones. El informe confirma lo que múltiples voces críticas han sostenido por años: la transferencia de deudas privadas a las finanzas públicas se hizo sin transparencia, con irregularidades, beneficios a grandes grupos financieros y un impacto brutal para la economía nacional.
Zedillo —quien hoy se presenta como «experto internacional en democracia»— fue responsable directo de transformar el Fobaproa en el IPAB (Instituto para la Protección al Ahorro Bancario), trasladando legalmente los pasivos de bancos y grandes empresas a los bolsillos de las y los contribuyentes. Hasta hoy, esa deuda sigue costándole al erario más de 30 mil millones de pesos al año, sin que haya habido castigo para los responsables ni reparación para la ciudadanía.
Este modelo de «socialización de pérdidas» y privatización de ganancias representó uno de los peores abusos del poder público para favorecer a las élites financieras. Mientras millones de familias perdieron sus viviendas, empleos o ahorros, los responsables del saqueo fueron protegidos y premiados con impunidad.
En contraste, el gobierno de Claudia Sheinbaum, que asume el poder con la bandera de la justicia social y la transparencia, ha prometido que ningún rescate económico se hará a costa del pueblo. Su administración apuesta por finanzas públicas sanas, inversión social directa, combate a la corrupción y distribución justa de la riqueza, marcando distancia con los errores y abusos del pasado.
A casi tres décadas del Fobaproa, las nuevas generaciones no han olvidado. La memoria es una forma de resistencia y también una exigencia: nunca más un rescate para los de arriba con la factura a los de abajo.