AMLO no pasea por el mundo

AMLO

Por: Pedro Brieger (director de Nodal)

El presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) suele sorprender con alguna jugada política durante sus diarias conferencias de prensa. Con su habitual y conocido tono parsimonioso puede contar que se está ampliando un aeropuerto a nivel local o tomar una medida de gran repercusión internacional, como ofrecer asilo político a Julián Assange.

De tanto en tanto AMLO sorprende a propios y ajenos con algún tema internacional dado que hace tiempo se ha generalizado la idea de que a AMLO “no le interesa la política internacional”.

Esta idea, superficial por cierto, parece medir el interés por lo que pasa en el mundo por la cantidad de viajes que se realizan o los encuentros de organismos multilaterales. Estos son importantes, por cierto, pero no esenciales para diseñar la política exterior de un país, y menos de una potencia como México.

Desde que asumió la presidencia en diciembre de 2018 AMLO claramente marcó un rumbo diferente al gobierno anterior en la política exterior, y en particular hacia América Latina, consciente de la complejidad de tener una frontera común con Estados Unidos donde -además- viven millones de mexicanos y mexicanas.

Sin estridencias, en enero de 2020 México asumió la presidencia pro-tempore de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) en una clara muestra de su intención de fortalecer el vínculo con los 33 países que la conforman y donde -vale la pena recordarlo- no están Estados Unidos y Canadá, sus socios comerciales en América del Norte. Entre otras propuestas México fue quien impulsó la creación de una Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE) que permita un desarrollo regional conjunto e integrado, y decidió continuar al frente de la CELAC en 2021.

Sin descuidar la CELAC, participó en la OEA (Organización de Estados Americanos) tratando de equilibrar la política impulsada por su secretario general Luis Almagro, obsesionado por demonizar a las corrientes y gobiernos progresistas de la región y un actor clave en el golpe de Estado que destituyó a Evo Morales en noviembre de 2019. La respuesta mexicana fue contundente: no solo que recibió a Morales sino que también le pidió públicamente la renuncia a Luis Almagro.

No es este el lugar para hacer una reseña de la política exterior de México, sino para resaltar algunos hechos que sobresalieron como la decisión política de salvarle la vida a Evo Morales cuando fue derrocado. Sin aspaviento México no dudó en enviar un avión para sacarlo de Bolivia y mantuvo en la residencia de la embajada en La Paz a varios funcionarios de Morales perseguidos por el gobierno de Jeanine Añez. En paralelo, también le brindó asilo a Gabriela Rivanedeira, expresidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador, acosada por el Poder Judicial del presidente Lenín Moreno; a ella y a otras personas en su misma situación.

Este 2021 se cumplirán los 500 años de la caída de Tenochtitlán y seguramente AMLO le recordará al Rey Felipe la cordial carta que el envió en marzo 2019 donde le pedía al Reino de España que reconociera los agravios cometidos; entre ellos, el asesinato de Cuauhtémoc, último mandatario azteca, en 1525.

Por esto no sorprende que AMLO le ofrezca asilo a Julián Assange, a quién Estados Unidos quiere ver preso de por vida por divulgar información confidencial del accionar de la primera potencia mundial.

AMLO puede desconcertar a quienes esperan gestos ampulosos y grandilocuentes. Pero la política no se hace para las cámaras de televisión.

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